viernes

10: Calentamiento global y cambio climático

(I)    
En mi entrada sobre la extinción de los dinosaurios, afirmaba que existen en internet cientos y cientos de tesis que se dan por buenas sin la más mínima reflexión. Así, sin ir más lejos, la opinión según la cual los dinosaurios no se extinguieron hace 64 millones de años sino hace cuatro mil; y no por hambre y frío, sino ahogados en el diluvio universal.



¿Es lícito defender tal tesis? Claro que es lícito. Incluso afirmar que los dinosaurios jamás existieron o que siguen viviendo en África o que inventaron el arroz con patatas, puede hacerse libremente, faltaría más. Pero que los defensores de tales ideas aportasen algún indicio o prueba o razonamiento o hecho experimental a favor de la hipótesis, sería muy de agradecer. Por poner un ejemplo extremadamente sencillo, sería muy de agradecer que los partidarios del diluvio como agente exterminador por ahogamiento nos explicasen cómo pudo el diluvio ahogar a los que respiraban por branquias.

Pero hoy no tengo el día paleontológico. Hoy me voy a centrar en los que niegan el cambio climático, en los que niegan el calentamiento global y en los que reniegan — es lo más frecuente — de ambos conceptos revueltos y confundidos.

Es ya un clásico: señor con guantes, gorro, abrigo, botas y bufanda, rodeado de una fenomenal nevada y riéndose al decir “¿Qué, dónde está el calentamiento global? Porque yo estoy bien jodido de frío.”



Variante muy habitual: “Los que siguen creyendo en el calentamiento global, podían venir a ver las heladas que están cayendo en mi pueblo. Está haciendo un frío del carajo.”

Estas personas están confundiendo galgos con podencos. Y como les pasaba a los dos conejos del cuento, cuando distingan con claridad de qué raza son los perros, será tarde.

Que mañana cayese en París la mayor nevada de todos los tiempos, no invalidaría en nada la corrección del concepto “calentamiento global”, igual que una monstruosa ola de calor en Tokio apenas influiría como dato favorable. Y es que el calentamiento global es una cosa, y el clima local, otra; y bien distinta.

Lo voy a explicar con el “ejemplo futbolístico”. Si alguien lee dicho ejemplo y sigue sin pillar el concepto, creo que me rindo.

Ejemplo futbolístico

Supongamos la existencia del país “Futbolia” y demos por bueno que su liga la juegan 20 equipos. Supongamos que el total de goles acumulados al final de la liga en cada uno de los últimos diez años ha sido:
·         2017-2018: 702 goles.
·         2016-2017: 688 goles.
·         2015-2016: 672 goles.
·         2014-2015: 692 goles.
·         2013-2014: 711 goles.
·         2012-2013: 740 goles.
·         2011-2012: 719 goles.
·         2010-2011: 741 goles.
·         2009-2010: 728 goles.
·         2008-2009: 717 goles.
El promedio de estos últimos diez años sería 711 goles/temporada.
Ahora supongamos que las cifras de los 20 años anteriores habían sido 643, 649, 701, 636, 684, 682, 699, 661, 653, 679, 682, 709, 699, 673, 680, 690, 659, 692, 677, 684, con un promedio de 676’6 goles/temporada. 
(Son datos reales de una competición real, pero eso ahora es lo de menos).
Con estos datos, podríamos afirmar que en la última década se ha producido un “aumento global de goles”, que podríamos cifrar, aunque la cuenta no está del todo bien hecha, en un 4’8%.

Imaginemos que el “Atlético Ganímedes” lleva diez partidos seguidos acabando cero a cero. Sus aficionados se lamentarían, señalando el doble cero del marcador. 
Uno diría: “¿Qué, dónde está el aumento global de goles? Porque yo llevo ocho partidos sin ver ni uno.” 
Y otro diría: “Los que siguen creyendo en el aumento global de goles podían venir a ver los ceros que nos estamos comiendo en mi campo. No metemos un gol ni a puerta vacía.”

Con el ejemplo futbolístico se ve muy claro — creo yo — que “El aumento global de goles en la liga” es una cosa y “La horrible racha de ceros que lleva mi equipo” es otra; y muy distinta. 
Se ha producido un AUMENTO GLOBAL en el cómputo total de goles. 
Que el “Yukón Express” acumulase quince partidos sin marcar un gol, no invalidaría el aumento global de goles, como tampoco aumentaría su veracidad el hecho puntual de que el “Arizona Madness” tuviese un domingo loco y metiese veinte. 
Lo que le pase o le deje de pasar al equipo de tu pueblo, ni invalida ni refuerza la validez de la afirmación. ¿Sí?

(II)
Volvemos a la Geología
Para entender cabalmente qué es el calentamiento global, es imprescindible empezar por distinguir “calor” de “temperatura”. O, mejor dicho, distinguir “energía térmica” de “temperatura”.
La energía térmica es una forma de energía almacenada en un cuerpo. Se ha podido almacenar por irradiación (lo hemos puesto frente a una estufa encendida), por rozamiento (así ocurre cuando nos frotamos las manos y notamos que se calientan), por contacto con un cuerpo caliente (si echamos a la piscina una viga de acero precalentado, es obvio que cederá calor al agua) o de otras muchas maneras.
Para medir dicha forma de energía, la térmica, puede usarse la unidad “caloría”. Una caloría es la cantidad de calor que hay que comunicarle a un gramo de agua para que aumente su temperatura un grado centígrado (definición simplificada).
En el caso de la Tierra, amén del calor interno que ceden los volcanes a la atmósfera, el calentador principal es el Sol y el acumulador principal es el agua de los océanos.

La temperatura es algo muy distinto. La temperatura de un cuerpo es una medida de la movilidad de sus moléculas o átomos. Así, las moléculas de agua contenidas en una olla a 60º C vibran más deprisa que las moléculas de agua contenidas en una olla a 40º. Si a presión atmosférica alcanzan  100 º C, vibran tan deprisa que pasan a estado de vapor y son capaces de salirse de la olla (a esto lo llamamos hervir). Si a presión atmosférica alcanzan 0º C, vibran tan poco que “dejan de empujarse y apartarse las unas a las otras”, de modo que se apelotonan muy juntitas y forman hielo.

Sigamos.
Supongamos una cierta cantidad de energía térmica, por ejemplo mil calorías. Si le comunicamos mil calorías a mil gramos de agua (un litro), la temperatura de esta agua subirá un grado. Si esa misma cantidad de calor se la comunicamos al agua de una piscina olímpica, no subirá de temperatura nisiquiera una millonésima de grado. Y si se la damos al océano pacífico, ni se entera. De hecho, el agua es la sustancia que más energía térmica necesita para aumentar su temperatura. Si esas mismas mil calorías se las comunicamos a un kilo de acero, no subirá su temperatura un grado sino casi nueve. Por eso es tan fácil enfriar metales con agua: cada nueve grados que le quitas al acero, el agua sube uno. El agua es un excelente acumulador de energía térmica.

Pues bien, esta es la definición de “calentamiento global”, igualita que la referida a goles: "La cantidad total de energía térmica acumulada en el planeta Tierra ha aumentado con respecto a décadas pasadas. Lo que le pase o le deje de pasar al clima de tu pueblo, la temperatura que registre el termómetro de tu balcón, las nevadas que caigan en tu barrio, ni invalidan ni refuerzan la tesis."

(III)
¿Y por qué se acumula ahora más que antes? 
Demos el siguiente paso para verlo.
El Sol irradia sobre la Tierra una cierta cantidad de calor. De esa energía térmica, una parte se acumula en tierra firme y otra parte, la mayor, en los océanos. Si fuese siempre de día, los océanos se habrían evaporado hace muuuuuchos siglos.  Durante la noche, el calor acumulado se irradia al espacio en forma de radiación infrarroja, para lo cual debe atravesar la atmósfera. Supongamos que la atmósfera terrestre fuese tan fina y delicada como la atmósfera de Marte: la radiación infrarroja escaparía al espacio con tal facilidad que el planeta se enfriaría enormemente cada noche y el casquete polar norte llegaría a Escocia. Supongamos que fuese tan densa y tan voluminosa como la de Venus: la radiación infrarroja se vería atrapada en la atmósfera y no podría escapar al espacio, de modo que el planeta apenas tendría tiempo de refrigerarse por las noches y el calor se acumularía convirtiendo al planeta en un horno inhabitable.

La atmósfera de la Tierra no es ni como la de Marte (muy tenue) ni como la de Venus (espesísima). Con la ayuda del océano, que es un excelente acumulador térmico capaz de retener millones y millones y millones de calorías sin que la temperatura apenas varíe, la atmósfera terrestre casi logra mantener constante la temperatura del planeta. Es una maravillosa mezcla de gases que durante la noche deja escapar al espacio la mayor parte de la radiación infrarroja y retiene el porcentaje justo para mantener la superficie de la Tierra, en promedio, a 15º C. 



El porcentaje de energía que se queda retenido en el planeta depende, sobre todo, de la cantidad de dióxido de carbono presente en la atmósfera. Si dicha cantidad disminuye, nos parecemos a Marte y nos congelamos. Si aumenta, nos parecemos a Venus y nos cocemos.
Hace medio siglo que el equilibrio se ha roto en favor de la segunda opción.
¿Alguien sigue sin entenderlo? ¿Alguien sigue pensando que el calentamiento global es un cuento?

(IV)
Hemos visto que el total de energía térmica acumulado en el planeta aumenta día a día y hemos visto que la mayor parte de esa energía acaba acumulándose en el mar.
Volvamos a pensar en una olla con agua puesta a calentar. Es un hecho experimental que no hace falta llegar a la temperatura de ebullición para que del agua de la olla salga vapor de agua. Todos lo hemos visto. Basta con suspender un cristal en la vertical de la olla para comprobar que, al calentar el agua, el cristal se empaña, incluso mucho antes de alcanzar los 100ºC.  
Por otro lado, resulta experimentalmente obvio que cuanto más calor absorbe el agua, más cantidad de vapor desprende y más se empaña el vidrio.
Con esto acabamos de explicar por qué el calentamiento global (concepto 1) acaba provocando un cambio climático (concepto 2).

Repitámoslo.
Dado que el Sol está emitiendo energía térmica sin descanso, el océano equivale a una inmensa olla puesta a calentar. Como ahora tiene más energía térmica que hace, digamos, cien años, desprende más vapor. Por tanto, se forman más nubes. Por tanto, en términos globales, en la Tierra tiene que llover más, o nevar más, o ambas cosas. Y como ahora contiene más agua, la atmósfera, en términos globales, pesa más. Por tanto, los vientos deben moverse de otra manera. 



  Lo mismo les ocurre a las corrientes oceánicas: al contener el agua más energía térmica, se puede disolver más sal, lo que aumenta tanto su densidad como su viscosidad. Por tanto, el agua de los océanos está más caliente, más salada, más densa y más viscosa que hace cien años. Por tanto, se moverá de distinta manera a como se movía hace cien años.



En definitiva, los patrones de viento cambian, los patrones de lluvia cambian, las corrientes oceánicas cambian. 
Lo repito otra vez: como consecuencia de la mayor energía térmica retenida, el clima cambia. Así, nieva donde no nevaba, aparecen zonas desérticas donde no las había, se forman huracanes que giran al revés de como lo han hecho siempre, cambian de fecha los monzones, cambian las aves sus épocas migratorias, cambian los humanos sus rutas aéreas para adaptarse a los nuevos vientos… 
Bienvenidos al nuevo mundo.

(V)
Hemos visto que en el CALENTAMIENTO GLOBAL y en el consecuente CAMBIO CLIMÁTICO, el aumento en la concentración atmosférica de dióxido de carbono es el parámetro más influyente.
Pero nada se ha dicho de la causa de dicho aumento.
¿Tenemos nosotros la culpa... el aumento se debe al uso masivo de combustibles fósiles?
¿O se debe a la actividad digestiva del ganado?
¿O se debe a la actividad volcánica?
En mayo de 2020, la respuesta es esta: "Parece que la culpa es nuestra, pero no está claro al cien por cien".

(VI)
Hay personas que pretenden usar el cambio climático como excusa para subir impuestos ya existentes (el de circulación, por ejemplo) y para inventarse otros que de momento no existen (el impuesto para la conservación del paisaje, por ejemplo).
Quienes piensan que subir impuestos es casi siempre una mala idea, llaman a los primeros "calentólogos". Pero esto es un grave error. Dado que el calentamiento global sólo puede negarse desde la ignorancia científica, quien llama despectivamente "calentólogas" a esas personas se está tirando piedras en su propio tejado, pues está quedando como un ignorante.
Además, es un hecho experimental que quienes creen que subiendo impuestos van a arreglar el mundo, lo siguen creyendo les digas lo que les digas.
Y con los hechos experimentales no se discute.




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