Existe un libro que no es un libro.
Existe
una
casa
que
no
es
una
casa.
La historia de la casa que no es una casa se narra explica cuenta dibuja desorienta mezcla sueña filma en las hojas del libro que no es un libro, aunque los editores – Pálido fuego y Alpha Decay – han intentado darle aspecto de tal. Incluso se han tomado la molestia de diseñarle una portada, y en ella podemos ver un laberinto espiral haciéndose pasar por escalera y un título: "LA CASA DE HOJAS".
También aparece un nombre propio. Como es habitual, nos apresuramos a identificar tal nombre con el autor fotógrafo novelista cineasta del libro que dejó de ser un libro para transformarse en poema, filmación, laberinto, conjunto de cartas, ensayos, referencias, geometrías y finalmente casa.
Sorprendentemente, en la portada no aparece como autor Zampanò, el octogenario de cuya existencia no vamos a dudar a estar alturas; ni siquiera Will Davidson, a quien aceptaríamos como autor sin mayor inconveniente; ni Johnny Truant, que juega con la ventaja de autodeclararse autor, aunque tal vez lo sea de otro libro casa experimento; incluso, como proponen los exégetas borgianos, aceptaríamos sin sorpresa que la autora fuese la madre de Johnny Truant, escribiendo a modo de terapia, alejada de los vaivenes de este mundo; incluso Karen Green, deseosa de compartir con alguien lo que haya sobrevivido en los circuitos de su memoria, nos parecería creíble.
En lugar de ello, nos encontramos con "Mark Z. Danielewski", que a todas luces debe ser algún tipo de personaje imaginario. Hay quienes sugieren, pero sobre este punto es mejor guardar silencio, que sí se trata de un ser real: vive oculto en la Universidad Miskatonic; su verdadero nombre no puede dejarse escrito.
Sea como fuere, este extraño objeto acepta dócilmente ser colocado en una librería, acepta verse rodeado de libros verdaderos; incluso llega a camuflarse entre ellos. Las visitas miran la librería y ni se dan cuenta de que un monstruo les está devolviendo la mirada desde uno de los estantes.
Quienes buscan en los libros una trama y un desenlace, quienes conservan la infantil costumbre de empezar los libros por la primera página y acabarlos en la última, quienes mantienen la creencia de que los libros son para leerlos... no intenten hacer tal cosa con "LA CASA DE HOJAS".
No puede leerse.
No es un libro.
Es
una
casa.
Hay que entrar en ella.
Dormir en ella.
Sobrevivir en su interior.
Mantener, ja, ja, ja, la cordura la sensatez el raciocinio.
Hay que perderse en el laberinto, hay que deambular sin rumbo, hay que confiar en que pueda haber una salida en algún lugar o párrafo o esquina o renglón o fotograma.
Hay que subir y bajar y bajarsubir y sujar y babir por sus incontables escaleras que son es una escalera.
Hay que caminar recto en círculos, avanzar quieto, retroceder hacia delante, caer cuesta arriba, ignorar los ecos, las voces, los ruidos.
Hay que asomarse al abismo, dar el primer paso, introducir un pie en su oscuridad heladora.
Después y siempre, hay que dejarse engullir por la negrura.
Tuve la extraña sensación de que al entrar los pasillos los pozos las paredes me recibían con una inesperada pregunta: "¿Puedes vernos?"
Me has convencido de leer el libro.
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